miércoles, 17 de noviembre de 2010

PENSAMIENTO DOMINGUERO

Sí: Tal vez estaba deprimido. Veía con cierta envidia al perro de su hermano, que no tenía reparos en mendigar desvergonzadamente el afecto que necesitaba. Si él pudiera hacer eso, ir de mano en mano, insistir de persona en persona, tal vez encontraría a alguien que lo tratara con ternura. Como una madre, sin ser su madre. Mierda. De verdad se sentía solo.

Le dolía un poco el cuello; no sabía por qué. Tenía ganas de ir al cine. Pero qué hueva. ¿A quién llamar? No es que le faltaran amigos. No dudaba del amor genuino que mucha gente sentía hacia él. Incluso, de un tiempo para acá, no dudaba que la cuestionable imagen que todavía veía en el espejo podía despertar la lujuria de más de algun caminante de este mundo que, en esta tarde somnolienta de domingo, le resultaba por demás pesado.

Pero nada de eso es lo que quería. ¿Y qué putas quería? Era extraño, no podía describirlo con palabras, pero la necesidad era tan fuerte, tan inconfundible. La carencia era cada vez más grande, el vacío cada vez más negro. Y su vida, sin embargo, parecía digna de envidia. Se sentía mal por quejarse. ¿Era feliz? Sabía que debía serlo...pero eso no era un sí.

En fin, mejor dormir para no pensar. Total, una siesta en domingo por la tarde es lo más normal del mundo. Lo triste es que se durmió para poder soñar con abrazar a alguien que le abrazara de vuelta. Por muchas semanas esa idea había sido la única que le provocaba una erección.

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