martes, 5 de octubre de 2010

CAN´T BUY ME LOVE (O MAGIA NEGRA, FAUSTO Y EL HIERBERITO MODERNO)

Le tomó cinco gallinas – nunca antes había matado ni una sola con sus propias manos –, varios chorros de su propia sangre, un par de quemadas en las yemas de los dedos, seis eyaculaciones (dos de ellas con un gran dildo morado ensartado detrás), tres uñas de los pies autoarrancadas sin piedad, una pata de gatito negro, dos ojos de sapo (¿hace cuánto que no veía sapos en los jardines?) y varios rosarios dichos al revés: un total de casi cuatro horas, incluyendo la búsqueda en internet sobre cómo hacerlo. Pero ya: por fin allí enfrente tenía a Lucifer, tal cual había pretendido con el conjuro. Se había aparecido así nomás, sin mayor alharaca, y eso que se lo había imaginado entrando con rayos azules, así, tipo láser, como con los que cayó el terminator en la lica. Pero qué, si no.

Nada más que el Lucifer de verdad, el de a de veras, no se parecía en nada a los dibujitos de la página que encontró en Google. Ni piel roja, ni escamosa, ni cachos, ni patas de cabra, ni colmillos de pirañita ni ojos de serpiente ni nada de eso...¡un mango resultó el cerote! Estaba desnudo, eso sí, lo que lo ponía un poco nerviosón, cosa rara, luego de seis eyaculaciones y tres dedos todavía palpitantes de dolor, pero con el diablo nunca se sabe...trató de no vérsela, pero no pudo evitarlo: no la tenía ni grande ni chiquita, así, como del tamaño justo; bien bonita, sin circuncisión. Aunque antes del ritual sí había considerado la posibilidad de que Lucifer tuviera forma humana y no la clásica de las caricaturas, pues se lo había imaginado más parecido a Don Ramón que al turco precioso que se anduvo cogiendo hace un tiempo a la Gabriela, al que, por cierto, era sospechosamente parecido... Hmm... Pero bueno, a lo que te truje Chencha, porque alguien tan importante como Lucifer, que igual que la madre, sólo hay uno, no se anda para babosadas. Pero si me quiere coger, me vo’a dejar, pensó. Pues si querés, te cojo, dijo Lucifer sin mover los labios ni cambiar la expresión. Pero eso no entra dentro del precio, sería sólo por placer mutuo. Lucifer le estaba hablando así como por telepatía. ¡Qué chilero, y ni miedo tengo!.

Ya sé qué querés, tengo claro para qué me llamaste, pero igual me gusta que me lo digan, dijo solemnemente Lucifer sin emitir ni un gemido. Se le olvidó, entonces, lo erótico del momento y casi al borde de las lágrimas, le contó sus penas, que casi todas se resumían a lo mismo: no tengo ni un len y te vendo mi alma con tal de hacerme rico y que todos me admiren y me amen y quieran conmigo. Nada nuevo, pensó Lucifer, esta mara no cambia ni con los millones de años, pero pues el negocio es el negocio. Lucifer, entonces, con la paciencia ensayada de los varios meses que llevaba telepatiando el mismo discursito en Centroamérica, le explico las distintas opciones para vender el alma: La entrega al mero final (la menos conveniente, claro); la de pagos parciales (en la que el alma se termina de dar al mero final, pero igual se entrega mensualmente por pedacitos, propios o ajenos, que es lo ventajoso) o la más utilizada: el plan Dorian Gray, que incluye retrato de Manolo Gallardo y toda la cosa (que, aunque el retrato con el tiempo ya debe esconderse donde no lo puede ver nadie, tiene la ventaja de que el arte siempre es una inversión...) Habiendo escogido plan, ya Lucifer le detalló los pormenores: la tasa de interés variable, los parámetros de variación, los cargos por gastos administrativos, la cuota extra por mora, la fecha de corte, la fecha de pago, la capitalización de la deuda. Pero...pero...esas son EXACTAMENTE las mismas condiciones de mi tarjeta de crédito, dijo, la que me tiene bien sembrado. Lucifer sólo sonrió.

4 comentarios:

  1. Lucifer sólo sonrió! Justo, justo! El mismo discursito. Es que no cambiamos ni en millones de años, jajaja. Y si, es el cuento pa' nosotros.

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  2. Yo no tengo tarjetas de crédito desde dos mil cuatro, aunque nada me asegura que no conjuraré a Lucifer para algo en algún momento...

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  3. Si así es la cosa yo tengo como cinco años de haberme librado de las garras de Lucifer... :D

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