El pasaje de la camioneta, el cigarro suelto con el chiclero de la esquina, la chuchería en la tienda, la ayuda para el niño de la esquina... casi todo esto se paga con una monedita dorada que tiene grabado un logo que dice “paz”. P-A-Z. ¡Qué paradoja que al mismo tiempo una palabra que está tan presente en nuestro día a día resulta tan lejano y tan ausente de nuestro corazón! ¡Lo enorme de este fracaso es sólo comparable con la estupidez del grabado en la fichita!
Y es que algo se nos ha ido olvidando y es necesario traerlo de vuelta a la conciencia colectiva: La paz que todos los días hace bulla en los bolsillos y pasa de mano en mano efectivamente está en nuestras manos; en las mías y en las suyas. Aprovechémosla. Busquémosla. Exijámosla. Gritemos, demostremos que nos importa, que queremos vivir en paz.
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