Comparto la columna [lucha libre] de Lucía Escobar publicada el miércoles 16 de diciembre en elPeriódico. Hace tiempo no leía un texto que reflejara tan bien mi sentir sobre estas fiestas.
EN ESTAS FIESTAS
Celebrar todos los días
Tengo un conflicto con la Navidad. Va más allá del síntoma grinch. Su contradicción me abruma. Nace humilde en un pesebre. Las estrellas lo celebran, magos y pastores se unen con presentes. Parte de un hermoso mito y crece salvaje jineteado por el mercado. De un amable Nicolás que regala en calcetines viejos, muta a las subliminales formas y colores de la gaseosa más conocida del planeta. Seducción en el consumo con fines benéficos.
Me empalago de rojos, verdes, luces y villancicos. Trajes de lana, panzas de almohada y barbas de algodón en Mazatenango. Niños que claman por nieve artificial. Edecanes en calzones rojos y gorros de gnomo invitando a degustar un trago.
Me molesta el abusivo bombardeo mediático que intenta exprimir hasta el último centavo de todos. Y como dice mi madre; de ver tanta publicidad los ladrones también quieren comprar y andan como locos robando y matando a diestra y siniestra.
Me dan pena los guacales y el celofán sin secadora, casi siempre el regalo para la servidumbre de baja categoría. Odio el conteo para atrás en la radio. ¡Faltan tantos días para…! El fin del mundo, publicidad subliminal para matar ansias comprando, consumiendo, teniendo, necesitando. ¡Y los centros comerciales! Son los templos aquellos que un Jesucristo crecido no dudaría en derrumbar de una patada.
Eso sí, agradezco los tamales, el ponche, los abrazos, los regalos dados por amor y no por compromiso, los encuentros propios de la época (llámense convivios o no) las uvas y el contenido de las canastas. Me gusta que en algunas personas la Navidad provoque un intenso deseo de ayudar al prójimo, pero compartir no es sinónimo de comprar.
Gozo los regalos bajo un árbol y los niños dioses de muchos colores y formas. Amo las estrellitas, las fugaces y también las del cielo de Monterrico, así como pasar de todo, en esa playa, en una hamaca.En fin, demasiada expectativa para una noche. Mucho derroche por una fecha. Mejor celebrar todos los días con ese espíritu que nació humilde en un pesebre y que hizo brillar las estrellas. luescobar@elperiodico.com.gt
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